sábado, 25 de junio de 2011

Prokofiev (Por J.P.Feinmann)

¡Hola a todos! En el dia de la fecha voy a publicar una nota de un periodista y filosofo que admiro y que esta siendo muy dejado de lado por su marcada postura poitica. Dejando de lado eso, este escrito sobre Prokofiev es realmente interesante. El periodista de quien hablo es José Pablo Feinmann. y aqui hable del "regreso de Prokofiev a Rusia".



"De haberlo sabido, para un hombre tan hambriento de la fama y el reconocimiento de los otros como Ernesto Sabato, habría sido trágico morirse en un día en que al siguiente no salían los diarios. Prokofiev no tenía ese problema. Y le sobraron la fama, el reconocimiento. Pero se murió en su Santa Madre Rusia, a la que había regresado en 1933, el mismo día que Stalin. No sólo no salió en los diarios aun cuando al día siguiente aparecieron, sino que nadie se enteró de su deceso. El acontecimiento-Stalin oscureció por completo su partida. Sin embargo, la memoria de su genio llena los corazones de la cultura universal, en tanto que el Santo Padrecito de las purgas y los pogroms ocupa un lugar entre los grandes asesinos del siglo XX, y no por “la propaganda de Occidente”, sino porque fue cierto, porque mató a millones de personas, porque detrás de esa fachada de simple campesino latía un demonio en que la pulsión de muerte y la paranoia asesina tuvieron una explicitación duradera y sanguinaria. Su peor pecado es el de haber matado también los sueños del socialismo, los de una sociedad justa, de hombres libres que debieron vivir hermanados por los más altos valores de la esencia humana. A Stalin, a Mao y a otros que evitaré nombrar les debe el socialismo un desprestigio que sólo puede favorecer a sus detractores, todos mala gente, amos que viven del ocio de la plusvalía, sociedades que perduran por las guerras y los grandes negociados, corporaciones avariciosas, medios en manos de quienes son sus poseedores y los utilizan para colonizar la ya escuálida subjetividad de un mundo que acepta la guerra, la tortura y el despojo como alimento cotidiano, como mera información que a nadie conmueve, como entretenimiento. Prokofiev vivió sus días entregado a un arte del que era un sublime, gigantesco exponente: la música. El día de su muerte todos habrán hablado de la de Stalin. Pero durante toda la eternidad –o lo que eso sea– hablaremos de Sergei Prokofiev.
Tal vez sea una incógnita indescifrable por qué volvió a Rusia. A la Rusia de Stalin. Era una gran figura, un consagrado, un grande indiscutido en Occidente. ¿Por qué regresar a una sociedad en que reinaba la censura, la arbitrariedad, en que era el torpe campesino que ocupaba la cima del poder el encargado de decir qué música debían componer los artistas? ¿No conocía los problemas que habrían de estallar a propósito de la ópera de Shostakovich Lady Macbeth del distrito de Mtsensk? Un burócrata escribiría a Stalin que se estaba en presencia de “el más infame episodio de la música soviética”. Prokofiev, sin embargo, se adapta al clima staliniano y hasta llega a componer, en 1939, una cantata para coro y orquesta sinfónica basada en textos populares rusos, mordovios, ucranianos y demás. Se estrena en Moscú el 21 de diciembre de 1939. ¿Su título? Zdrávitsa, Saludo a Stalin. ¿Porque qué Occidente ha “perdonado” más a Prokofiev que a Shostakovich, que sí, y muchos, tuvo problemas con Stalin? ¿Por qué casi no se le reprocha su obsecuencia con el Padrecito? Con el camarada honrado, adulado por todos. Y al que todos se sometían. ¿No es evidente el mensaje de Pedro y el Lobo? ¿Por qué conmueve hasta a Walt Disney y a todo Occidente que educa a sus niños haciéndoles escuchar esa (bellísima, qué duda cabe) partitura? ¿No era claro lo que expresaba la frase: Niños como Pedro no temen a los lobos? No, el regreso de Prokofiev a su tierra está silenciado. O a nadie le importa. O, tal vez, no es importante.
Sin embargo, la relación de los grandes compositores con su tierra rusa es profunda, emocional, les entrega una identidad que nada podrá reemplazar. Rachmaninoff, que no volvió ni jamás pasó por su cabeza hacerlo, nunca deja de ofrecer la imagen de un ruso exiliado. Aun cuando se vea como un aristócrata. Pero la “ruseidad” está en su música. ¿Hay algo más ruso que el tema de apertura del Tercer Concierto para Piano? Está basado en una melodía religiosa del Medioevo. Domina todo el concierto. La célebre cadencia del primer movimiento lo tiene como base. Y esa cadencia es un momento ontológico en la historia del piano. Le da al instrumento una consistencia, un ser en el mundo (por decirlo alla Heidegger) que lo impone como el medio más insoslayable para que lo más sublime de la música se exprese. (Volveremos sobre el tema al ocuparnos de Rachmaninoff.) Shostakovich se mete de cabeza en el centro de la guerra contra los nazis. Está en Leningrado. Compone su Séptima Sinfonía (que lleva ese nombre: Leningrado) y hasta se crea a su alrededor un relato cuasi mítico de gran belleza. Todos los atardeceres se escuchaba en la ciudad una campana cuyo mensaje era el de decirles a todos los combatientes que la ciudad seguía viva, intocada, luchando aún. El que tocaba esa campana era Dimitri Shostakovich. Prokofiev, durante los años de la guerra, compone muchas de sus mejores partituras. Lo inspira la defensa de la santa tierra rusa.
En Occidente se lo amaba. Entre 1917 y 1921 compone el que posiblemente sea el más grande concierto del siglo XX. O uno de los más grandes. (Estoy tratando de apartarme de las aseveraciones absolutas.) Es el Concierto N 3 para piano y orquesta. Empieza también con un tema hondamente ruso y el piano entra por medio de uno de los crescendi más perfectos que se hayan escrito. (Ya he regresado a las aseveraciones absolutas.) ¿Qué pianista no se ha propuesto tocar este concierto? Se estrena el 16 de diciembre de 1921, en Chicago, con el propio compositor al piano. Alguna vez, hace unos cuantos años, me narró Miguel Angel Estrella una anécdota reveladora. Alberto Ginastera lo fue a ver (ocurrió antes del encarcelamiento de Miguel y de sus torturas, de la refinada crueldad de picanearle las manos a un pianista que igual tiene la entereza espiritual de armarse un teclado mudo) y le dijo que estaba terminando un concierto para piano. “Quiero que usted lo estrene”. Como Miguel vacilaba, Ginastera insiste: “Va a ser uno de los grandes conciertos de este siglo. Como el N 3 de Prokofiev”.
En Occidente, la vida de Sergei era intensa y hasta mundana. Vivía en París en 1928. Era amigo de Diaghilev que le pedía insistentemente un ballet. Cierto día le informan que Vladimir Golsh-mann, prestigioso pianista de la época, toca esa noche en la Opera de París el concierto para piano de un nuevo y arrasador compositor estadounidense. Prokofiev y Diaghilev acuden. Vladimir Golshmann toca el Concierto en Fa mayor de George Gershwin. Al terminar, Diaghilev se permite una frase que la historia recoge: “Buen jazz, mal Liszt”. Prokofiev no está de acuerdo. La obra lo ha atraído fuertemente. En Estados Unidos, cuando asistió a su estrenó, ya Stravinsky había dicho: “No sé si es la obra de un loco o de un genio. Pero es maravilloso”. Una frase que si Saint-Saëns hubiera pronunciado a propósito de La consagración de la Primavera, habría quedado en más elegante posición ante la posteridad. Sergei quiere conocer al impetuoso norteamericano. Lo invita a su departamento. Gershwin apareció, fue directamente al piano y “tocó como un loco”, según testimonio de los presentes. Prokofiev quedó deslumbrado ante tanta facilidad. Luego, sin embargo, confesó en su círculo íntimo que “su amor por los dólares y las cenas” volvían “sospechoso” al joven prodigio. Sergei no compartía esos amores. Era austero y sólo quería trabajar. Probablemente residan aquí algunas de las claves para entender su regreso a Rusia."

A continuacion dejo para su deleite el 1er movimiento del 3er concierto para Piano y orquesta. Interpretado por la Grandiosa Marha Argerich.



¡Saludos!
Juan R.

sábado, 18 de junio de 2011

Eusebius y Florestán

Hola a Todos!. antes de comenzar a escribir sobre un tema que me resulta sumamente interesante, quiero pedirles disculpas por la demora de esta actualización. fue a causa de un arduo proceso: la grabacion de mi 1er CD (producido por Damian Vargas, a quien le estoy sumamente agradecido, como asi tambien a su novia Jesica Antonelli por la paciencia, por el temple y sobre todo por su amistad en esta fabulosa oportunidad). En breve tendran noticias del lanzamiento y las posibilidades para conseguirlo.


Ahora si, yendo de lleno al tema que me compete, voy a hablarles del fabuloso compositor romántico Robert Schumann. pero no voy a hacer hincapié en su biografia ni en su obra en general. Voy a llevar mi atencion a su locura: a sus personalidades, a la consecuencia que tuvieron en su música sus alter egos: EUSEBIUS Y FLORESTÁN.





Eusebius y Florestán 
Estos dos personajes, contrapuestos y complementarios, no tienen la calidad de los heterónimos de Pessoa, en cuanto a la casi absoluta independencia ideológica y literaria, sino la de complementos necesarios a través de los cuales Schumann pudo expresarse en su totalidad, así en las letras como en la música. Dentro del desfile de protagonistas que pueblan su "Carnaval", Op. 9, primero Eusebius y después Florestán aparecen juntos, uno detrás del otro, con todas sus cargas anímicas y personales. Eusebius es lírico, pensativo, receptivo y amante de las meditaciones y las contemplaciones. Florestán es todo potencia, pasional, jugado por sus ideas y emociones. Así son, en los sonidos como en las palabras por ellos firmadas. 
Una eventual preferencia de Schumann por el más melancólico de los dos se puede intuir en el hecho de que Eusebius también aparece en las "Danzas de las ligas de David", como una miniatura de gran expresividad que, a propósito, también le sirvió a Gandini como materia prima para su propio "Eusebius", cuatro bellísimos nocturnos para piano o un nocturno para cuatro pianos, según el subtítulo de la pieza, tal vez una de las obras más poéticas de la música argentina para piano. 
En "Liederkreis (una ópera sobre Schumann)", Eusebius y Florestán se independizan del papel y de la historia literaria y musical y, como en la Commedia dell´arte, vuelven a la vida de la mano de Gandini para confrontarse con SCH, el protagonista de la ópera. 
El elemento central de "El año de la muerte de Ricardo Reis" es la relación entre el protagonista y su creador, del cual, en última instancia, depende totalmente. El heterónimo Reis y su responsable Pessoa dialogan, intercambian ideas, discuten sus diferencias y terminan confluyendo en un camino final marcado por el desgaste, donde la muerte de uno arrastra la vida del otro. Saramago también le da cabida a Lidia, ese ideal femenino a quien Reis dedica sus poemas en clave neoclásica. 
Con su prosa y su gramática peculiar, Saramago creó una de las novelas más grandiosas de su producción y de las letras de nuestro tiempo. A Gandini no le faltan ni ideas ni poesía. Es de suponer que, entre muchos héroes y situaciones más, SCH, Eusebius y Florestán, ortónimo y heterónimos, músico y seudónimos, contribuirán a dotar de un interés agregado a este "Liederkreis", ciertamente, muy esperado.

a continuación, dejo la interpretación del fabuloso pianista chileno Claudio Arrau del "Carnaval op.9" de R. Schumann 












espero que les haya gustado.

(Fuente: Tomé informacion de una nota del periodista Pablo Kohhan.)

Juan R.